No pares de sufrir


El día de ayer estuve compartiendo en una hermosa comunidad llamada Caimito de Tijeras celebrando el tercer día del triduo en honor de su santo patrono San Juan Gabriel Perboyre cuya memoria recordamos hoy en la Familia Vicentina. Fue una jornada cargada de la presencia del Señor a través de los cantos, las alabanzas, la adoración y sobre todo la presencia de Dios en el Santísimo Sacramento, en la Palabra y en la Iglesia que es el pueblo de Dios. El tema fue: "No es mi pelea, es la de Dios", salimos convencidos que el mar que tenemos en frente, y lo egipcios que vienen por detrás; no es nuestra preocupación porque sabemos que el Señor peleará por nosotros y veremos la salvación; a nosotros solo nos toca creer y avanzar, lo demás lo hace el Señor.

Hoy, como les compartí, recordamos en la Familia Vicentina la memoria de San Juan Gabriel Perboyre, sacerdote y mártir francés nacido en 1802 cuyo anhelo era ir a las misiones extranjeras. Decía este hombre de Dios: "No hay más que una cosa necesaria, Jesucristo; conocerle y amarle". Ayer meditábamos esto en la jornada, solo Jesucristo es lo necesario, más nada; si lo tenemos a Él, lo tenemos todo. Conocerle es tener una relación personal con Él; no es un tema de religión, es un tema de relación.

La primera lectura de este día tomada de Col. 1, 24-2, 3 está conectada a algo que les quiero compartir de este santo que hoy recordamos y que ayer cuando lo escuché me impactó y me cuestionó en lo más profundo de mi vida como discípulo de Jesús. Te invito a que nos sentemos con Pablo y ver de su puño y letra lo que le comparte a los colosenses en versículo 24: "Hermanos: Ahora me alegro de sufrir por ustedes, porque así completo lo que falta a la pasión de Cristo en mí, por el bien de su cuerpo, que es la Iglesia". ¿No quieres sufrir? entonces anda a la secta Pare de Sufrir, allí te van a enseñar a no sufrir, pero con la seguridad que todo es antievangélico, vas a aprender que el sacrificio de Jesús fue en vano y que nada de lo que sufrió valió la pena; esto quiere decir, que no eres una persona salva, no eres una persona liberada, no eres una persona redimida, no eres una persona perdonada, porque todo eso se dio mediante el sufrimiento de Jesús. Dice Is. 53, 5b: "Él soportó el castigo que nos trae la paz y por sus llagas hemos sido sanados". Al meditar este poderoso pasaje, nos damos cuenta de que vale la pena el sufrimiento, porque el sufrimiento nos acerca a Dios y nos hace uno con Él. Vamos a desmenuzar este pasaje:

        Me alegro de sufrir por ustedes: suena tan contradictorio hablar de alegría y sufrimiento como si fuera una moneda de dos caras, pero así es la vida en Jesús, estar alegres en el sufrimiento y sufrir en la alegría. El sufrimiento que nos habla Pablo hoy es un sufrimiento con propósito, tiene un destinatario y ese destinatario son los demás. No es sufrir por mí, es sufrir por los demás, es ofrecer el sufrimiento para que los demás tengan la experiencia de sanidad, liberación, perdón, misericordia que nos da el encuentro con la Persona de Jesús. Cuando llego a casa después de una jornada de evangelización y adoración, muchas veces llego agotado físicamente y que solo deseo acostarme a causa del cansancio y recuerdo esa parte de una canción que dice: "que mi cansancio a otros descanse"; eso me sostiene, eso me motiva a ir por más, eso me dice que vale la pena sufrir por los demás. Hermano y hermana, dale propósito y sentido a tu sufrimiento, ponle nombre o nombres y verás la Gloria de Dios en tu vida.

        Así completo lo que falta a la pasión de Cristo en mí: ¡wao!, esto es tremendo. Pablo nos está recordando que todos tenemos nuestros sufrimientos personales y que es parte de la pasión de Cristo en nosotros, pero para completar esa pasión, solo se hace en el sufrimiento por los demás. Para ser santo hoy, necesito a los demás. Todos somos partes de ese plan misterioso, pero maravilloso de Dios.

        Por el bien de su cuerpo, que es la Iglesia: vale la pena sufrir, vale la pena no parar de sufrir, porque cada sufrimiento es por el bien de la Iglesia; nuestros sufrimientos la sostienen, la edifican, la mantienen de pie en estos momentos donde está siendo zarandeada por las tormentas de ideologías extrañas, tradicionalismos errados, mentalidades antibíblicas, religiosidades que rayan en el paganismo, y otras locuras que andan rondando. Ofrezcamos nuestros sufrimientos por el bien de la Iglesia; no nos quejemos de lo que nos pasa, solo ofrezcamos en el silencio eso que nos pasa.

Aprovechando este momento que reflexionamos sobre ofrecer nuestros sufrimientos por el bien de la Iglesia, quiero compartirles lo que me impactó y me cuestionó sobre la vida del santo que recordamos hoy: Juan Gabriel Perboyre se fue de misión a China y se hizo un chino más con los chinos. Fue encarcelado y miren lo que pasó en la cárcel. Uno de los mayores tormentos que sus enemigos le impusieron, fue el hacerle dormir durante ocho meses con un pie prendido en un cepo de madera, por cuyo motivo se agangrenó la mitad del pie y se le secó un dedo. Compadecidos sus mismos carceleros de tan atroz sufrimiento, obtuvieron de las autoridades permiso para eximirlo de este cruel martirio, pero como en la prisión había insignes criminales que sufrían igual tortura, San Juan Gabriel, considerando el dolor que tenían aquellos infelices viendo que éstos continuarían sufriendo mientras él descansaba, rogó, suplicó y consiguió de sus pasmados carceleros, que continuasen poniendo su destrozado pie en el cepo". Murió ahorcado en un madero con forma de cruz.

¿Qué te parece este testimonio de sufrimiento y ofrecimiento? Nosotros que de cualquier COSITA nos quejamos, y en cambio este hombre pide que no lo libren del sufrimiento. Más clara explicación que esta, no creo que la encuentres en otro lugar y en otra persona, además de Jesús. La foto que identifica esta reflexión es nuestro héroe de hoy crucificado. Vivió con y por lo único necesario, Jesús.

Me quedo con esto en este día y para los días venideros, lo que estoy pasando no es nada comparado a lo que sufrió este hombre, y lo más poderoso es que lo sufrió con y por amor a los demás y por el bien de la Iglesia.

Te invito hoy a que "No pares de sufrir".

Paz y bien.

 

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