Jesús no es un profiláctico, es la medicina.




Nuestra generación pasó o está pasando aun, uno de los capítulos más duros de nuestra historia, la pandemia COVID. Según las estadísticas han muerto 6,3 millones de personas en el mundo; en Panamá han muerto 8,652 personas de 1,047,321 de contagiados. En medio de la pandemia surge una vacuna para prevenir el contagio de la enfermedad, y se comienza una campaña de vacunación masiva de forma impresionante para las personas de todas las edades. Vivimos la experiencia de ver morir familiares, amigos, compañeros de trabajo, conocidos, y era de terror cuando sabíamos que alguien estaba contagiado porque solo se esperaba la muerte, aunque estuvieran ya vacunados. 

Hablando de la vacuna, quiero que recuerdes que esta vacuna surge para prevenir la enfermedad, no para curarla. 

Hoy en nuestra amada Iglesia estamos de fiesta celebrando la Exaltación de la Santa Cruz, aunque en algunos países la celebran el 3 de mayo. Quiero invitarte a detenernos en la primera lectura tomada de Nm. 21, 4-9, que hoy nos lleva al desierto a caminar con el pueblo, que como siempre, camina quejándose, murmurando contra Dios y contra Moisés por la carencia de agua, de pan y hastiados de la comida que les enviaba el Señor todos los días, a la que le llamaban miserable comida. La verdad, que el tema de las quejas y murmuraciones no ha cambiado mucho.

Escudriñemos los versículos 6-8: "Entonces envió Dios contra el pueblo serpientes venenosas, que los mordían y murieron muchos israelitas. El pueblo acudió a Moisés y le dijo: Hemos pecado al murmurar contra el Señor y contra ti. Ruega al Señor que aparte de nosotros las serpientes. Moisés rogó al Señor por el pueblo y el Señor le respondió: Haz una serpiente como esas y levántala en un palo. El que haya sido mordido por las serpientes y mire la que tú hagas, vivirá". Hay consecuencias cuando nos pasamos el tiempo quejándonos y murmurando contra Dios y contra aquellos que son sus enviados. Desmenucemos este pasaje bíblico:

        Envió Dios contra el pueblo serpientes venenosas, que los mordían y morían: es interesante ver a Dios molesto, cansado del comportamiento de un pueblo que Él ha liberado, que le ha dado todo en el camino del desierto, que ha hecho proezas con ellos, que camina de manera visible con ellos a través de la columna de nube de día y columna de fuego de noche. Me fascina ver la humanidad de Dios en este pasaje, ver de manera palpable sus sentimientos humanos, y es lógico que tenga sentimientos humanos porque nosotros somos hechos a su imagen y semejanza. Hoy día, seguimos siendo mordidos por la serpiente llamada pecado que está matando muchas almas.

        Hemos pecado al murmurar contra el Señor y contra ti: Dios es amor, eso lo sabemos desde nuestra primera catequesis recibida, pero la serpiente cuando muerde nos separa de la belleza de ese amor, nos aleja y nosotros mismos tomamos la decisión de alejarnos, así como lo hizo Adán en el jardín cuando le falló a Dios; esto es sinónimo de muerte. ¿Cómo volver a experimentar ese amor? El pueblo nos lo enseña hoy en este versículo, reconociendo que hemos pecado, allí está la clave de volver a los brazos de ese padre que nos ama con amor eterno. Reconocer tu pecado debe llevarte al arrepentimiento, porque hoy muchos reconocen su pecado delante de Dios, pero siguen viviendo la vida loca y nunca llegan al arrepentimiento, y sin arrepentimiento, Dios no puede actuar en tu vida.

        El que haya sido mordido por las serpientes y mire la que tú hagas, vivirá: cuando comencé esta reflexión, te hablé del COVID y de la vacuna para prevenir esta enfermedad y te recalqué que la vacuna es para prevenir, no para sanar la enfermedad. Hoy te invito a mirar la Cruz de Jesús, no como un profiláctico, sino como una medicina. La Cruz no es un amuleto que te va a preservar de la enfermedad, no es un fetiche de protección contra las acechanzas del diablo, no es un escudo que va a impedir que seas mordido por la serpiente; recuerda que todos somos pecadores, lo dice nuestro amigo Pablo en Rm. 3, 23: "Todos han pecado y están privados de la presencia de Dios", en el lenguaje de la lectura de hoy significa que todos estamos mordidos por la serpiente del pecado y para ser sanos, para ser salvos, para ser liberados, para ser restaurados, para ser transformados, debemos mirar la Cruz. La Cruz es para aquellos que hoy estamos mordidos por la serpiente del pecado, no para aquellos que creen que no tienen pecado, que no necesitan reconocer nada porque simplemente no pecan; esto es bien crítico porque a estos hermanos no los mordió la serpiente, a estos hermanos se los está devorando un dragón. ¿Quieres vivir? Mira la Cruz, Jesús nos invita hoy en el Evangelio a eso en Jn. 3, 14-15: "Así como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado el hijo del hombre, para que todo el que crea en Él tenga vida eterna". Hay vida eterna para ti y para mí, y esta vida eterna es gratis; pero debemos poner de nuestra parte al reconocer nuestro pecado, pedir perdón y arrepentirme mirando la Cruz de Salvación.

La vacuna es un profiláctico que previene de la enfermedad y la Cruz no te va a prevenir de la mordida de la serpiente porque para experimentar la Salvación dada por Jesús en la Cruz, el requisito es estar mordido por la serpiente.

Ya lo sabes, Jesús no es un profiláctico, es la medicina.

Paz y bien.

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