Bastó una mirada


Una de las cosas hermosas de la evangelización es escuchar los testimonios de aquellos que han sido impactados por el Señor en sus vidas. Anoche tuve la oportunidad de compartir con una pareja de esposos que llevan 38 años de casados, y lo interesante es que no ha sido fácil llegar a esa cantidad de años, pero allí están caminando confiados en el Señor. Escuchar estos testimonios de sus protagonistas, edifican a los que los escuchamos, porque no es solo contar sus experiencias, sino acompañar el testimonio con un lenguaje gestual que te invita y te dice que vale la pena el matrimonio, que sí se puede vivir una espiritualidad conyugal en un entorno que nos invita a todo lo contrario, es sentir y ver la alegría de vivir con una persona que ni siquiera es de tu propia sangre.

Hay una salsa colombiana llamada Bastó una mirada cuyo coro dice así: 

Bastó una mirada, sentí que te amaba, No faltaron palabras para saber que te amaba

Bastó una mirada, supe que eras mía, Fue un momento tan bello, difícil de olvidar.

Hoy en la Iglesia estamos celebrando la fiesta de un hombre que tuvo la experiencia que nos habla el coro de esta salsa, Mateo, y lo fascinante de la liturgia de este día es que el mismo Mateo nos cuenta su encuentro con el Señor en Mt. 9, 9-13. Escudriñemos el versículo 9: "En aquel tiempo, Jesús vio a un hombre llamado Mateo, sentado a su mesa de recaudador de impuestos, y le dijo: Sígueme. Él se levantó y lo siguió". 

Conozcamos un poco a este interesante personaje; Mateo, también llamado Leví. Mateo conocía muy bien la Ley, los Escritos y los Profetas. Su trabajo era recaudador de impuestos o contador; este trabajo lo hacía de la mano y en colaboración con los romanos. Lo peor de esto, era enemigo de Israel. Tenía el título de publicano, sinónimo de pecador público.

Conociendo un poco a Mateo, ahora adentrémonos en ese momento que se convirtió en un antes y un después en la vida de Mateo contado por él mismo como protagonista:

        Jesús vio a un hombre llamado Mateo: Mateo no ve primero a Jesús, es Jesús quien ve a Mateo primero. Mateo esa mañana se levantó como todos los días a hacer el trabajo que lo alejaba cada vez más de sus hermanos judíos, y sin darse cuenta hay una mirada clavada en su corazón que transformó toda su historia y aun hoy sigue transformando la vida de muchos más que leemos su Evangelio. Así como sucedió con Mateo, tú y yo tenemos un momento sublime donde el Maestro de Galilea nos vio, y no pasó de largo; esto es algo que tenemos que contar al mundo. Anoche cuando escuchaba a esta pareja les decía esto mismo, tienen mucho que contarle al mundo.

        Sentado a su mesa de recaudador de impuestos: algo que siempre marco cuando predico sobre la llamada, es que, Jesús no llama a gente ociosa, siempre va a llamar a personas que estamos ocupados en algo. Mateo tenía su trabajo, de eso vivía y de muchas cosas más. El estar sentado significa seguridad, confort, estabilidad, como puedes estar tú en este momento y lo que menos deseas es levantarte de allí porque es tu lugar, como la mesa de Mateo.

        Recaudador de impuestos: recibía mucho dinero, coimas, como decimos en Panamá: está hecho. Mateo no estaba para complicarse su vida, lo tenía todo con ese trabajo porque además era colaborador de Roma, aunque esto le costaba el desprecio de sus hermanos judíos. Si estaba sentado a su mesa, era porque le gustaba lo que hacía.

        Y le dijo sígueme: Jesús no solo miró a Mateo, le habló directo al corazón con una sola palabra: Sígueme. Seguirlo significa dejarlo todo, soltar todo, tirar atrás todo lo que eres para comenzar a ser lo que Jesús quieres que seas. Esto es tremendo hermano y hermana, Jesús no mira su pasado, su pecado, no le importa si lo aman o no sus hermanos, simplemente le dice sígueme. Seguirlo significa levantarse de su zona de confort y comenzar a caminar en lo inseguro, en lo desconocido, pero no lo hace solo, lo hace con Jesús. ¿ya te levantaste de tu zona de confort, de tu seguridad para seguirlo?

        Él se levantó y lo siguió: esto me cautiva, bastó una mirada para enamorarlo y convencerlo que todo lo que es no es sin Él. Jesús no explica cómo es el seguimiento, solo es levantarse y seguirlo convencido que de lo demás se encarga Él. Hoy muchos no se levantan de sus historias para seguirlo porque tienen miedo a lo que no se ve, pero seguir a Jesús no es ver una razón futura, es ver que la razón hoy de seguir es Él.

Te puedo decir que no me he arrepentido jamás de haberme levantado de mi mesa de confort y seguridad para seguir a Jesús porque Él ha transformado todo lo que era en un hoy de bendición.

Te animo hoy a dejarte envolver en su presencia y a atreverte a dejarlo todo para seguirlo y convertirte en uno más de los que testificamos que Bastó una mirada.

Paz y bien.


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