Guerrero de Dios




Ayer compartimos el proceder del Señor al ver que su pueblo hace lo que le desagrada y les preguntaba que lo que está pasando ¿es culpa de Dios o de nosotros? Hay que tener claro algo, lo que le desagrada al Señor se llama pecado y nos dice Rm. 6, 23a: "Porque el salario del pecado es la muerte" Esta muerte no se refiere específicamente a la muerte física, sino a la muerte que hoy estamos viviendo en nuestra sociedad y esta muerte viene siendo la consecuencia del pecado o de los muchos pecados. Lo fascinante del Amor de Dios es que no quiere que nos perdamos, lo dice Ez. 18, 32: "Yo no me complazco en la muerte de nadie, sea quien fuere, oráculo del Señor Yahvé. Conviértanse y vivan". Esto es esperanzador en medio de tantas locuras que vemos en la sociedad e incluso en la Iglesia, Dios quiere que nos salvemos todos, pero hay una sola condición, la conversión. ¿Qué es la conversión? le explico la conversión desde mi experiencia de fe; muchos predican que la conversión es dejar el pecado y no es así, porque tu pecado fue clavado en la cruz del calvario hace dos mil años, la conversión es dejar o soltar aquellas cosas o personas que me llevan al pecado. Les cuento un testimonio interesante, una vez prediqué sobre la conversión y se levanta una señora como de 65 años y hace una promesa de no ir más al supermercado de un centro comercial, todos quedamos perplejos porque no entendimos su promesa; luego nos explica que ella usa el supermercado como excusa para ir todos los días al casino y a partir de ese día no iba más a ese supermercado. Eso es conversión mi hermano y hermana, ella reconoce que su pecado es el juego de azahar y que su vehículo para llegar allí es el supermercado.

Para llegar a ese proceso fuerte de conversión tenemos que pasar primero en reconocer nuestros pecados delante de Dios, porque mientras no reconozcamos nuestros pecados jamás experimentaremos la Salvación del Padre a través de su Hijo Jesús y hacer nuestra esa Salvación por medio de la fe, o sea, le creo a Jesús, creo que soy salvado o salvada.

La primera lectura de hoy tomada de Jc. 6, 11-24, espero que cada día que les doy la cita bíblica haga un alto y la lean y luego sigan leyendo la reflexión. Hoy no voy a escribir ningún versículo porque toda la lectura está preñada de un poderoso contenido. 

Esta página de la Historia de la Salvación nos habla de que Dios a pesar de que reprende al pueblo como lo vimos ayer, quiere salvarlo porque Él es amor, Él es misericordia, Él es perdón y no quiere la muerte de nadie, sino la salvación de todos. En medio de situaciones negativas, siempre va a suscitar o llamar a un guerrero para salvar a su pueblo, y esta ocasión llama a nuestro amigo Gedeón para que salve a su pueblo. El ángel le dice a Gedeón: "El Señor está contigo, valiente guerrero". Esos son los de repentes de Dios, Dios nos confirma su presencia antes de darnos la misión, primero nos llama y luego nos envía, somos guerreros que caminamos con el Señor al lado, no en frente ni detrás, sino al lado. Cuando eres consciente que el Señor camina a tu lado, avanzas, no te detienes en nimiedades, sigues contra corriente negativa porque sabes quién te acompaña; te invito a escuchar con el corazón esta cita tomada de 1 Jn. 4, 4b: "Pues el que está en ustedes es más que el que está en el mundo". ¿Qué más seguridad necesitas para seguir adelante? Yo no necesito más nada porque tengo la certeza del cumplimiento de esta Palabra, es más el que está conmigo que el que está con mis enemigos, ¡Aleluya!

Gedeón le habla al Señor con toda la sinceridad de un llamado, escogido y consagrado; le habla desde el corazón sobre la realidad de su pueblo y con mucho dolor le cuenta que se siente el abandono del Señor sobre este pueblo que es su pueblo y Dios lo envía diciendo "Usa la fuerza que tienes, para ir a salvar a Israel del poder de los madianitas. Yo soy el que te envía". Para llegar a este nivel de relación y conversación con el Señor, es clave el hablar y sobre todo el escuchar a Dios; hay que dejar de ser papagayos en nuestras oraciones, hablando tanto y escuchar más a Dios, porque escuchando a Dios entenderemos la misión encomendada. Usemos nuestras fuerzas, como le dijo a Gedeón y no son las físicas; la fuerza es el carisma (predicación, intercesión, liderazgo y otros), la pasión, el celo apostólico; esto es lo que quiere el Señor que usemos para salvar al pueblo que tenemos en frente de nosotros y estamos haciendo caso omiso a ese llamado. Dios confirma su arma, Yo soy el que te envía; esa es su arma: su presencia, su apoyo, su compañía, su poder, su amor.

El Señor hoy está desesperado por salvar a su pueblo, pero anda buscando los gedeones de nuestros tiempos. En este momento hay un Gedeón leyendo esta reflexión y si no lo crees mira en el espejo y verás la persona llamada, escogida y consagrada para tan poderosa misión. Ánimo, levántate y conviértete como Gedeón y Jesús en el Guerrero de Dios.

Paz y bien

 


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