De Maestro a Testigo


Mc. 1,22. Cuando vemos las noticias por televisión o en los periódicos, es interesante notar que tanto las televisoras y los periódicos la mayorías de las veces, varían en la información que nos brindan. Este fenómeno se debe a que están transmitiendo la información que otra persona les dio en su momento.

En el pasaje evangélico que nos regala la liturgia de hoy, Jesús entra a una sinagoga y se pone a enseñar; entra conmigo y observa lo que sucede: "Los oyentes quedaron asombrados de sus palabras, pues enseñaba como quien tiene autoridad y no como los escribas."

La sinagoga es el lugar donde se reunían los judíos para leer y estudiar las escrituras y hoy Jesús entra a eso precisamente, a enseñar las sagradas escrituras; pero al leer en el pasaje la reacción de sus oyentes, hay algo diferente en él que los cautivó, sus palabras eran diferentes a las antes escuchadas por ellos.

En el año 1975, el Papa Pablo VI, mejor y con gran veracidad no lo pudo decir: "El hombre contemporáneo escucha más a gusto a los que dan testimonio que a los que enseñan."

Esto fue lo que sucedió aquel día en la sinagoga de Cafarnaúm y es el llamado que el Señor está haciendo a la iglesia hoy, levantar una generación de testigos que impacten al mundo con el poder del Evangelio con su vida, con sus palabras, con su actos, con su historia. Ayer conversaba con una mujer que estoy convencido de que es una testigo de lo que Jesús es capaz de hacer y le preguntaba que cómo andaba su ministerio y ante la pregunta su respuesta fue que están en pausa, que se fueron enfriando y me comentaba que el 2018 fue un año de muchas lágrimas. No puedo negar que me sorprendió leer sus chats, pero le invité a secarse sus lágrimas, levantarse y responder al llamado que Jesús le ha hecho a ella y a su familia y que a estas alturas del camino no es tiempo de hacer propósitos de retomar, sino más bien de accionar el fuego que Dios puso en su corazón hace mucho tiempo atrás.

Sé que esta hermana está leyendo este blog, y ¡adivina!, ya es hora de testificar porque a veces nos convertimos en esos maestros que perdimos la visión por estar más enseñando que testificando; es momento de dejar de privar al mundo de que sea impactado por el poder de nuestro testimonio.

Hoy invito a aquellos hombres y mujeres que en un momento enseñaban con autoridad y ya no lo están haciendo a que vuelvan a la fuente, vuelvan al primer amor y déjense tocar e impactar por el poder del Espíritu Santo, vuelvan al Jordán a ser bautizados e inundados por esa voz del Padre que te dice que tú eres su deleite.

Mostremos al mundo la alegría del evangelio y pasemos De Maestro a Testigo.

Dios te guarde.







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